Un poco sobre mi

 

Mi nombre es Laíz Villarroel Rojas, soy de Bolivia y vivo al sur de Italia desde hace 4 años. En realidad, esta es la parte más simple y fácil de contar de mi historia.

Soy profesional en turismo y hotelería. Me gusta mucho viajar y aprender de otras culturas, y fue por esa gran pasión que he podido conocer varios lugares y me he atrevido también a viajar sola, pero debo decir que, aunque siempre me ha gustado viajar, nada me hubiera podido preparar para todo lo que viviría al decidir vivir en el extranjero.

La primera vez que viví fuera de mi país fue el 2011, cuando estuve por 6 meses en México (como cuento en ese artículo), donde conocí a mi esposo y donde nuestra historia empezó: claro aún no lo sabíamos, pero pasaron 5 años antes de que decidiéramos poner de lado la distancia que nos separaba y casarnos. La decisión no fue nada fácil, ya que sabía lo que significaría decir que sí: dejar de lado toda la vida como la conocía hasta ese entonces e irme a Italia. Decidimos que era mejor empezar a construir nuestra familia en Italia por todas las garantías que ofrece vivir en Europa, y también porque teníamos un proyecto en mente: una escuela de idiomas clásicos (latín y griego) donde mi esposo sería el encargado de la parte didáctica y yo de la fotografía, y juntos organizaríamos las excursiones varias que se podían tener en Roma, Nápoles, Pompeya, etc. Yo por mi profesión prácticamente podía encontrar trabajo donde sea y además ya había vivido en el exterior, así que me adaptaría fácilmente, o ese era el plan.

Recuerdo muy bien los primeros meses y lo desafiantes que fueron: aunque estaba feliz de estar haciendo realidad mi sueño de vivir en el exterior, teniendo retos estimulantes, nuevos paisajes y toda una nueva cultura en la cual empaparme, por otro lado no sabía por dónde empezar a reconstruir todo lo que “tenía” en mi país de origen, o al menos rescatarlo. Después de meses de una completa inadaptación y nostalgia, decidí ordenar un poco mi cabeza y darme cuenta de que era lo que debía hacer para estar más cómoda en este nuevo país. Empezé por el idioma, porque fueron varios meses sin lograr comunicarme como yo quería o comunicar lo que sentía: tenía sí una base (según yo suficiente) para decir las cosas más simples, pero la realidad es que cuando vas a otro país y debes usar ese idioma para absolutamente todo, puede ser muy frustrante tener solo “la base”. Ahora, después de 4 años y mucha práctica de por medio, puedo decir que es una barrera que he logrado superar.

Lo frustrante y cansador de vivir en el exterior es que debes empezar todo desde cero: amistades, trabajo, costumbres, etc. Eso es estimulante, pero también un verdadero reto, ya que no hay un punto de referencia que te de al menos una dirección, como muchas veces sucede en nuestro país de origen: naces en una familia donde creas tus primeros y más importantes lazos afectivos y culturales, aprendes el idioma, y poco a poco la inserción social o laboral se dan como consecuencia de las diferentes etapas y decisiones que vamos tomando (o que toman por nosotros), muchas veces incluso inconscientemente desde que somos pequeños niños. Esa dirección o decisiones, a menudo instintivas, no son tan sencillas de tomar cuando sales de tu ciudad o país y tienes que abrirte tú mismo el camino (muchas veces también la cultura) entre los tantos que hay a tu alrededor y resulta muy fácil confundirse. Les aseguro que yo misma he cruzado tantos caminos equivocándome, aprendiendo y volviendo muchas veces al punto de inicio.

Aquí en Italia hay una película que se llama “Ricomincio da tre”: en una parte de ella el famoso actor napolitano, Massimo Troisi, dice a su compañero que: “lo que está hecho, está hecho: ¡basta! Ahora empiezo desde tres.” Y eso quiere decir que cuando uno se equivoca y debe comenzar de nuevo, no empieza nunca desde cero, vuelve a empezar desde la experiencia y desde aquello que ha aprendido
.

Antes de pasar por esta experiencia tenía la idea de que viajar la mayoría de las veces significaba placer y aventuras, y sin duda cuando uno viaja de vacaciones es lo que encuentra; pero este tipo de viajes, migrar fuera de tu país o incluso continente, te va a dar mucho más que solo placer y aventuras. A menudo confundimos el placer de las vacaciones en nuestra ciudad favorita o la de nuestros sueños con el reto de vivir ahí, que es una experiencia fabulosa y que te regala momentos de gran alegría, pero, al menos en mi caso, también te obliga a ampliar tu mente y enfrentarte a tus defectos, miedos, demonios, hasta que llegas a cuestionarte todo, y te exige sacar la fuerza que tengas dentro de ti para superar la nostalgia, las dificultades cotidianas y los cientos de choques culturales. En el mejor de los casos te vuelve una persona más comprensiva, empática, reflexiva, tolerante, amante de tu cultura y también paciente, porque aprendes que no todo depende de ti y que debes afrontar siempre un día y una cosa a la vez. Así que si estás leyendo esto y estás en tu proceso migratorio, recuerda esto: “pian piano, un passo alla volta”, es decir “con calma, un paso a la vez”.

He pasado, aprendido y superado tantas cosas durante estos años, que tratar de contarlas todas de una sola vez me obligaría a escribir un libro entero, así que escribiré mis diferentes experiencias, aventuras, desaventuras y lo que he aprendido de cada una de ellas en diferentes artículos, siempre tratando de ser lo más propositiva y entretenida posible.







Créditos de las caricaturas: Jopi.

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